Muchas palabras se han escrito ya sobre Mascota, el encanto de esta población ha llegado a sobrepasar con mucho el secreto que guardó durante siglos.
Origen primero de varios de los pobladores de Puerto Vallarta y zonas aledañas, Mascota dejó su herencia en la bahía. Las casas de techos altos y de teja roja son un colorido y adorable regalo que ha redituado en décadas de turismo internacional para la costa jalisciense.
Sin embargo entre las callejuelas empedradas de Mascota se encuentra algo más que las imponentes ruinas del Templo inconcluso de la Preciosa Sangre, el cual por sí mismo merece una mención aparte, la iglesia de la Virgen de los Dolores que data del siglo XVIII y su torre del siglo XIX y la Presa Corrinchis entre otros encantos.
En Mascota la historia nació hace siglos, su fama debió haber iniciado más atrás de las construcciones modernas, cuando los primeros pobladores eligieron el lugar como sitio para asentarse en Amaxacotlán, Mazacotla, Amaxocotlán (lugar de venados y serpientes).
Enormes rocas esparcidas por el lugar son testigo de la predilección de los pobladores antiguos por este valle, juegos labrados en ellas, de igual forma grandes paredes de piedras presentan petroglifos de figuras humanas; algunos de estos vastos tesoros aún están por ser explorados por el famoso arqueólogo Joseph B. Mountjoy quien actualmente realiza el estudio de “Los Coamajales” dos panteones del periodo Formativo Medio situados en el valle de Mascota.
En esta zona fueron localizados descubrimientos de gran importancia, uno de ellos es una tumba de tiro y bóveda que pueden atribuirse a la tradición Capacha, lo cual podría establecer una conexión entre entierros de escalera encontrados también en Colina y Nayarit. En “Los Coamajales” Mountjoy estableció la primera evidencia de incineración de cuerpos, además de encontrar lapidaría sofisticada de cristal de roca (cuarzo), unos de los adornos de pirita más tempranas en el Occidente, así como en Mesoamérica; y una vasija de cerámica sensacional en la forma de un jaguar gruñendo que debe tener alguna relación con el culto al jaguar ampliamente conocido entre los olmecas del sureste de México. La investigación de este nuevo tesoro de Mascota apenas comienza.
Siglos de historia deambulan por las calles y cerros de Mascota, y quien la visita se la lleva enganchada en el corazón, clavada con un hilillo invisible y ancestral que jala para hacernos regresar una y otra vez.
Origen primero de varios de los pobladores de Puerto Vallarta y zonas aledañas, Mascota dejó su herencia en la bahía. Las casas de techos altos y de teja roja son un colorido y adorable regalo que ha redituado en décadas de turismo internacional para la costa jalisciense.
Sin embargo entre las callejuelas empedradas de Mascota se encuentra algo más que las imponentes ruinas del Templo inconcluso de la Preciosa Sangre, el cual por sí mismo merece una mención aparte, la iglesia de la Virgen de los Dolores que data del siglo XVIII y su torre del siglo XIX y la Presa Corrinchis entre otros encantos.
En Mascota la historia nació hace siglos, su fama debió haber iniciado más atrás de las construcciones modernas, cuando los primeros pobladores eligieron el lugar como sitio para asentarse en Amaxacotlán, Mazacotla, Amaxocotlán (lugar de venados y serpientes).
Enormes rocas esparcidas por el lugar son testigo de la predilección de los pobladores antiguos por este valle, juegos labrados en ellas, de igual forma grandes paredes de piedras presentan petroglifos de figuras humanas; algunos de estos vastos tesoros aún están por ser explorados por el famoso arqueólogo Joseph B. Mountjoy quien actualmente realiza el estudio de “Los Coamajales” dos panteones del periodo Formativo Medio situados en el valle de Mascota.
En esta zona fueron localizados descubrimientos de gran importancia, uno de ellos es una tumba de tiro y bóveda que pueden atribuirse a la tradición Capacha, lo cual podría establecer una conexión entre entierros de escalera encontrados también en Colina y Nayarit. En “Los Coamajales” Mountjoy estableció la primera evidencia de incineración de cuerpos, además de encontrar lapidaría sofisticada de cristal de roca (cuarzo), unos de los adornos de pirita más tempranas en el Occidente, así como en Mesoamérica; y una vasija de cerámica sensacional en la forma de un jaguar gruñendo que debe tener alguna relación con el culto al jaguar ampliamente conocido entre los olmecas del sureste de México. La investigación de este nuevo tesoro de Mascota apenas comienza.
Siglos de historia deambulan por las calles y cerros de Mascota, y quien la visita se la lleva enganchada en el corazón, clavada con un hilillo invisible y ancestral que jala para hacernos regresar una y otra vez.
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